Es probable que, al igual que en otros sectores económicos, la Tauromaquia salga exangüe de la tormenta del Covid-19. Voces se levantan para reclamar una refundación del sistema, tal vez, se nos está explicando, la quiebra se llevaría con ella misma la Cultura y la industria de “Los Toros”. Es difícil negar este diagnóstico. Tal vez será más complicado calibrar la buena dosificación y la buena orientación de las medidas de salvaguarda.
Las entidades vinculadas en este proceso se están reuniendo desde meses. Asociaciones de profesionales, empresas, ganaderos están buscando la solución idónea que permitiera salvar el sector. Cuando se encuentran, cara a cara, aquellos cuyos intereses divergen, comienzan negociaciones arduas. Como siempre ha sido, los aficionados serán mantenidos apartados de las mismas. Las negociaciones girarán alrededor de los equilibrios económicos y en ellos, el aficionado “stricto sensu” no representa ningún peso mayor al del público en general que, él, es el verdadero financiero del sistema. A los profesionales les interesa elegir y medir sus decisiones para convencer el cliente cómo gastar su dinero. De lo contrario, los tendidos se estarían vaciando.
Para resolver esta ecuación, los pocos toreros de arriba del escalafón defenderán con dientes y uñas sus privilegios contractuales y financieros. Los ganaderos advertirán que sus ganaderías se encuentran en ruptura de equilibrio económico, salvo quizá, la media docena de los que proporcionan sus toros a las figuras a lo largo de temporadas. Los empresarios – organizadores de festejos taurinos harán valer que la cantidad de público sea insuficiente para justificar los honorarios de las figuras y los costes engendrados por las limitaciones reglamentarias, legales y sanitarias. Hasta aquí nada nuevo. Estas discusiones tuvieron ya lugar en varias ocasiones sin solución global o perenne, salvo algunos ajustes limitados que en definitiva no resuelven nada o sólo calman temporalmente las preocupaciones ajenas.
Los equilibrios económicos en cuestión son, sin ninguna duda, esenciales para la supervivencia de las corridas de toros. Pero el hecho que se están discutiendo entre los mismos actores cada vez que surge una crisis no favorece la evolución en profundidad del tema. Es necesario, para reanimar el atractivo de los toros, un vuelco de fondo y radical que inspire a los aficionados y al público en general para un consumo mayor del espectáculo que ofrece la tauromaquia. Hasta ahora, todo el equilibrio del sistema estuvo basado en torno a las figuras. Se puede dar vueltas en todos los sentidos a la ecuación, la realidad es que las plazas se llenan al ritmo de la publicación de los carteles y la presencia de las figuras, la mayoría de las veces veteranas. Raramente vemos despuntar nuevos diestros que podrían imponerse en dicha ecuación. El último, más reciente, y aislado ejemplo es el del peruano Andrés Roca Rey. Todo indica que las negociaciones en curso y los métodos buscados seguirán basándose en los mismos cimientos del pasado, cómo elaborar una variante del sistema alrededor de los actores que poseen y quieren mantener el poder: las empresas y las figuras. Basta ver el nacimiento de experiencias audio-visuales en línea como Toroflix o Toro Ten Tv (@Toro Ten) que obviamente se construye sobre las figuras, incluso su intimidad. La desventaja de estas experiencias es rehacer las viejas experiencias, vistiéndolas para que parezcan nuevas.
La evolución que la afición desea, sería invertir el estado actual y crear unas bases nuevas sin romper las tradiciones y ahogar las pasiones. El objeto del presente artículo es proponer una evolución como la que han marcado unos ganaderos en su afán de modernizar con pasión su comunicación con el público. A pesar de ello, es obvio convenir que dicha comunicación es todavía muy reducida. Los ganaderos son precisamente sometidos al yugo de un sistema que les impone tradiciones o normas que anegan toda veleidad de creatividad.
Es un eufemismo decir que desde decenios, la afición comprometida comparte el consenso de volver a colocar al toro de lidia en el centro del espectáculo taurino. Somos muchos en quejarnos que el toro, en vez de ser el protagonista principal o por lo menos esencial de la fiesta, haya sido convertido en el colaborador de una tauromaquia moderna que deja de hacer vibrar a los públicos. Es obvio que somos muchos para compartir este diagnóstico y a pesar de ello estamos atrapados en unos argumentos que no aportan ningún resultado concreto y eficaz. Como lo advierten los anglo-sajones, es preciso razonar “out of the box” para encontrar un modo nuevo de comunicar, que devolvería a la afición y público en general las ganas de mirar hacia el toro.
Desde hace mucho tiempo no hemos dejado de quejarnos que el primer tercio (de varas) está truncado y, por tanto, es necesario modificarlo; que faltan en el escalafón las figuras que tuvieran relieve y capacidad para llenar los tendidos como lo está haciendo José Tomás de manera, demasiada, esporádica. También se comprueba que el toro actual no aguanta más la lidia que se le aplica y que convendría revisar a la baja el peso de los animales. Cada uno está dando su opinión para sostener o criticar estas propuestas pero, de hecho, se habla mucho y hay que admitir que nada se está moviendo. Los jóvenes toreros copian más la tauromaquia moderna de sus mayores que la más arriesgada que profesa José Tomás. A pesar de los esfuerzos de hombres creativos, como en Francia, es el caso de Alain Bonijol - empresa de caballos –, no conseguimos todavía hacer evolucionar el primer tercio y devolverle el indiscutible interés que permitiera valorar a los toros.
¿Entonces cómo reactivar dicho interés y revolucionar en profundidad los conocimientos del público y aficionado de tal modo que nazca un verdadero fervor renovado? Conviene buscar otra vía distinta de las ya recorridas. Como no va a ser fácil enfrentarse de cara con las fuerzas del poder, es necesario aceptar y desarrollar esta vía con un trabajo de fondo cuyos resultados se verán en el futuro, creando un basamento novedoso para la tauromaquia, el público y la afición. ¿Entonces que opción nos queda cuando este enfoque pretende no referirse a las herramientas del pasado, controladas por las figuras y empresas? Es la opción que pueden aportar los ganaderos.
Para que el toro vuelva al centro del espectáculo, es preciso que los ganaderos se comuniquen directamente con la afición y el público en general, de tal modo que sea costumbre razonar acerca del toro y no solamente sobre los toreros del cartel. Para ello es necesario que los ganaderos rompan ciertas barreras. Algunos, como el representante de la ganadería de “La Palmosilla”, han dado el paso mediante una comunicación intensa en las redes sociales y la divulgación de informaciones poco habituales, hasta ahora secretas en el gremio. En un tweet del 17 de marzo de 2020, el ganadero Javier Nuñez (@La_Palmosilla), a mi modo de ver, estuvo abriendo una brecha en las costumbres del mundo de la ganadería y marcando un punto de inflexión en la historia de la tauromaquia. Estuvo filmando y publicando en detalle el libro de su ganadería – libro genealógico informático – donde descubrimos nombres, características y reatas de su ganado. Gracias a su generosidad pudimos acceder a los nombres de los actuales sementales como: "Histórico", "Carasucia", "Chinchón", "Amistoso", "Aguilita", "Capitán", "Juglero", "Vanidoso", y otros datos más. Esta vía abierta por “La Palmosilla” es verdaderamente nueva y permite enfocar una revolución en la comunicación taurina. En todos los deportes actuales los fans se nutren de estadísticas para desarrollar interés y pasión en los deportes de su predilección. Asimismo podría serlo para la tauromaquia, en particular por las ganaderías de toros de lidia. Los ganaderos podrían abrir sus libros y así, mediante datos y estadísticas, generar un interés que, con el tiempo, haría inclinar el fervor de los aficionados hacia el toro. En efecto, si la comunicación “ganadera” permitiera seguir el linaje de sementales y vacas portadoras así como las estadísticas de sus descendientes, la atención del público podría equilibrarse entre toros y toreros. La disponibilidad de las herramientas modernas de comunicación, garantiza la viabilidad del objetivo facilitando el enlace directo entre ganaderos y público, permitiendo a las nuevas generaciones romper con la cultura del secreto y los tabúes antiguos. Así, en el futuro, podríamos encontrarnos discutiendo sobre los descendientes de tal semental y tal vaca nodriza. Tal vez, tanto como hablar de los toreros figuras del cartel… También, saldríamos del mecanismo actual que consiste en sólo recordar tal o cual toro que haya librado un combate notable en el pasado sino entrar en la expectativa del comportamiento de los toros por venir. Esto cambiaría del todo la percepción del aficionado y público en general para su análisis de la lidia. Iríamos a la plaza no sólo para ver tal o cual torero y su probable prestación pero también tal o cual toro y su potencial mediante la información aportada por el ganadero.
Alrededor de esta revolución, podríamos imaginar recibir de los ganaderos una serie de datos desconocidos hasta hoy, como por ejemplo los resultados de tests genéticos que permitieran detallar los orígenes de tal o cual línea o reata de la ganadería. Se conocerían matices y perfiles sorprendentes hasta ahora igualmente desconocidos. Si esta evolución diera los resultados antes citados la única manera para saberlo, sería emprenderla. Los ganaderos, todos juntos, tienen la capacidad de realizar lo anterior sin contar con las otras entidades del mundillo. Es una decisión que deben tomar como una apuesta sobre el futuro.
Como consecuencia de la pandemia, la probable temporada “blanca” 2020, debería ser la oportunidad de no solamente revisar la estructura del espectáculo taurino sino también mejorarlo por dentro. En particular el propósito de este artículo va en el sentido de añadir un atractivo - actualmente implícito pero desaprovechado - al desarrollo de la corrida. Es devolver al toro el lugar que le corresponde dando una información completa proporcionada por el ganadero, no limitada al árbol genealógico o historial, a veces caduco, de la ganadería provistos en el programa de mano de la corrida del día. Los ganaderos deben ser reconocidos por su labor y la importancia que se les dará, debería ser un incentivo para seleccionar y presentar sus productos. ¡Ojalá que esto ocurra!
René Arneodau "Niño de San Rafael" y Georges Marcillac.
Con la colaboración de Felipe Olivera